Pàgines

divendres, 14 d’octubre del 2011

Leo

Si me dejasen elegir una persona con quien compartir horas y horas de charla, con quien salir a tomar unas cervezas y reirnos juntos de nuestras propias miserias y del mundo entero, alguien a quien contarle mis problemas, mis desmanes, mis contradicciones, alguien con quien disfrutar de los buenos momentos pasados, presentes y futuros y compartir para hacer más llevaderos aquellos menos buenos, sin duda alguna ese alguien serías (eres) tú. A estas alturas, con tanto vivido si y, con tantísimo por vivir aún, me siento afortunado por el hecho que nuestros caminos se unieran, que de ellos brotara de manera espontánea, natural, una amistad sin par. Una amistad cargada de complicidad, comprensión, algún que otro reproche, ¿por qué no?, amistad con mayúsculas. Hoy he sabido de tí. Por un instante olvido los 170 kilómetros que nos separan, distancia que en ocasiones se me antoja infinita. Recuerdo el último día que nos vimos hace ahora poco más de una semana si mi memoria no me engaña, cosa por otro lado harto probable. Después de un abrazo sincero y cargado de sentimiento ya no dejamos de hablar, conscientes de lo mucho que había por contar y el poco tiempo, una hora a lo sumo, que nos daba de margen el horario de paso del tren que debía llevarme de vuelta a casa allá por las Terres de l’Ebre. Como siempre charlamos de nuestras cosas (lo mal que nos trata la vida, somos así de pesimistas) y no se en qué momento de la conversación nos vino a la mente la frase aquella que te dije al poco de conocernos, si hombre, aquella de "Leo, amigo mio, vivimos vidas paralelas, vidas paralelas". Pasado tanto tiempo, reconozco que sigo repitiéndotela en infinidad de ocasiones y aún hoy no estoy seguro que aquellas pocas - muchas palabras te hicieran (te hagan) la menor gracia. No es mi intención atormentarte ni tampoco que pienses que con ellas lo que afirmo es que estás cometiendo los mismos errores que yo antaño. Créeme por favor. Al contrario, lo que en ellas busco es verme reflejado en tí, "robarte" parte de tu honestidad, tu lealtad, tu manera de hacer, tu bondad, tus valores, tu fidelidad... Soy yo quien envidia la forma con que afrontas los problemas que te asaltan, la espontaneidad que pones en ello, la suma de locura - cordura con que impregnas cada una de tus decisiones, decisiones tomadas siempre bajo el prisma de irrenunciables a la vez que envidiables principios. Es por eso que siento la necesidad perpétua de aprender de ti; y esto que ahora te cuento, no es un ejercicio de exagerada adulación, no es decirte aquello que quieras escuchar, es simplemente lo que corre, puro sentimiento, por mis venas. Se de tu desánimo y me hiciste partícipe de tus dudas pero has de ser consciente de lo mucho que vales, es obligado que creas en tí porque no hacerlo es mentirte a tí mismo. Por mi parte asegurarte que te tengo presente en todo momento, que eres importante para mí y que, quizás ha llegado el momento de devolverte parte de lo que tú hiciste por mi y digo parte porque creo que nunca estará a mi alcance dar tanto como tu has dado, al tiempo que debes fortalecer cuando no renovar la confianza en aquellos seres cercanos que han estado a tu lado. ¡Y siguen estándolo! Cuando caigas, si es que caes, yo te tenderé la mano, cuando te falten las fuerzas, si es que llegan a faltarte, yo te ofreceré las mías, cuando todo a tu alrededor oscurezca, eso jamás pasará, también yo, junto con todos aquellos que te aprecian y te quieren, pondré (pondremos) luz en tu camino. Recuerda porque es importante: No estás solo. Y hablando de estar solo, otra cosa de la que siempre hemos hablado es de nuestro apego a la soledad. Por si acaso te refrescaré la memoria... "yo no quiero domingos por la tarde, yo no quiero escenas de sofá...". ¡Qué grande Sabina! Nosotros queremos estar solos nos repetimos una y otra vez pero, ¿es ese nuestro deseo último? Y lo que es todavía peor, ¿realmente estamos dispuestos a hacer daño a las personas que amamos en nombre de nuestro apetito de soledad? Apetito que, te confieso, yo he perdido; no se si habrá sido por verme en un tiempo no muy lejano solo, solo de verdad o por el daño que hice (seguro tú sabes a que me refiero) en pro de esa ansiada y también mitificada pero más tarde dolorosa soledad. ¿Mereció la pena? Si no te importa, la respuesta me la guardo para mí. Una cosa más... Cuídate. En menos de una semana regreso a Barcelona. Te llamo, quedamos y, ya sabes, charlamos, como siempre, charlamos. Un abrazo amigo mío.